Se trata de una práctica que data de tiempos remotos. El macuteo tiene
distintas caras y opera casi como si fuera una bolsa de valores en la
que la cotización depende del rango de quien concede el servicio y de
la importancia de éste.
En más de una encuesta ha salido a relucir que se trata de una de las principales modalidades de corrupción del país.
De raso a general, con mayor o menor discreción o sin prurito alguno,
el macuteo se institucionalizó en la Policía Nacional, que llegó a
convertirse en una especie de mercado donde todo se compra y todo se
vende: rangos, traslados, puestos y plazas.
Con modalidades diversas y montos de pedigüeños o de potentados, en
unos cuantos pesos, miles o millones, esta práctica constituye una
añeja y persistente expresión de la corrupción policial. Un medio de
sobrevivencia, uno de los recursos más generalizados para compensar los
bajos salarios o alimentar ambiciones pecuniarias y ansias de poder.
Dueños de discotecas, colmados y colmadones alimentan la boa para que
los protejan, le tienen un semanal porque le temen tanto como a los
delincuentes.
Todo esto pasa a pesar que hay una nueva Ley Orgánica de la Policía,
aprobada y promulgada recientemente, que deberían hacer que estas
prácticas desaparezcan, al establecer medidas que la prohíben y dictar
un trato más humanizado y de respeto a los ciudadanos.
En este caso tenemos a un uniformado que se coloca una cámara para
divulgar como es que funciona esta estructura corupta, pagandole el
dinero diario a su superior el cual debe ser entregado diariamente por
oficiales de menos rango a los de mas rango.
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